Luego de mi fracaso en Arizona me regresé 2 veces al mismo lugar con el mismo patrón a un pueblo que se llama Manteca, California a piscar jitomate.
La pisca de jitomate es una friega de perro bailarín no hay descanso hasta la hora de comer media hora y de vuelta al carro a darle duro y puro correr y sudar la gota gorda que no tenías tiempo ni de limpiarme el sudor.
La caja de jitomate nos la pagaban a 12 centavos y muy pocas personas hacian 100 cajas porque nomas se trabajaba hasta las 2 de la tarde; yo me hacía entre 45 y 50 cajas hasta la hora de comer y a las 12 y media llegaban los tráileres para cargar las cajas y llevarlas al empaque y entre 4 personas empezábamos a cargar las trocononas.
La traila agarraba 800 cajas y en cuanto llenabas una ya estaba la otra lista para llenarla lo que quiere decir que no había pare.
Sudando la gota gorda nos decíamos uno al otro bien cansados: “querías norte pos ahora te friegas”. Cada caja que subíamos nos la pagaban a centavo y medio para los 4 y ellos en el cheque no lo repartían, llegábamos al rancho como a la 9 de la noche derechito al baño y luego a cenar una comida especial para nosotros porque éramos recomendados por el patrón por el trabajo que desempeñamos pero caíamos muertos.
A los demás les daban un día riñones, otros pescuezos y alitas de pollo en caldo. A nosotros hígado, menudo, y el domingo nos daban caldo de res de cola de vaca y así era la vida del brasero pero se nos acababa el hambre a nosotros y a la familia y nos traíamos nuestra buena lana y ropa para la familia sin que nos faltara nuestra camisa, pantalón, chamarra de mezclilla y botas negras.
Muy elegantes y con centavos en la bolsa. Eso era lo bueno de tanta tizna que llevábamos, Si piensas ir al norte ya sabes lo que te espera. ¿Le entras? órale, acá te esperamos.
reporteromayor@gmail.com