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Así era el Lago de Chapala hace 400 años

Miguel Cerna.- La mayoría de los que vivimos alrededor del Lago de Chapala, hemos escuchado relatos de personas mayores sobre aguas cristalinas, abundancia de peces y de una inmensidad inconmensurable pero, ¿Cómo era realmente el lago hace más de 400 años?

A través de las crónicas escritas por los colonialista que visitaron la zona tras la conquista española, nos podemos echar un chapuzón al pasado para conocer sus impresiones sobre el lago, que desde ese tiempo y hasta la fecha, sigue asombrando a propios y extraños por su belleza y riqueza natural.

La primera descripción aparece en el libro escrito por Juan López de Velazco entre 1571 y 1574 titulado Geografía y descripción universal de las Indias, donde hablaba de “la laguna que dicen de Chapala, por un pueblo de indios deste nombre que está en sus riberas, la cual tendrá más de veinte leguas de boj y es muy fondable y de muy buen agua y mucho y buen pescado, y cuando corre viento hace tormenta como en la mar, tiene unas isletas dentro della”.

Años después, en 1586 fray Alonso Ponce llegó a la ribera de la laguna y también le pareció parecida al mar, pues era “muy hondable y levantaba grandes olas como si fuera mar y su agua dulce y muy delicada y maravillosa de beber; críanse en ella muchos y muy buenos bagres, muy sanos y sabrosos y otros pescados buenos de comer”.

Para principios de siglo XVIII, el obispo fray Alonso de la Mota y Escobar escribió en su Descripción geográfica de los Reinos de la Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León las siguientes características sobre el lago:

“El agua dulce y delicada sobre manera, que por tal se bebe en cuantos pueblos tiene en sus riberas, que son muchos; es muy hondable que se pudiera en partes navegar seguramente con navíos de buen porte; limpia sobre manera, que no cría en sí yerba alguna en que se parece a la mar, y aún en enojarse como ella, teniendo sus tempestades no como quiera, y quiebran sus olas de tumbo en la costa que hace muy gran ruido. Cría entre otros peces unos que los indios llaman en su lengua mexicana amilotes y el español le llama pescado blanco”.

Vista al lago desde la Cruz Grande del cerro de Jocotepec.

Estos tres visitantes coincidieron en la limpieza de sus aguas, su gran variedad de peces y su belleza similar a la del mar, por tales motivos podemos comprobar que lo que nos han contado nuestros ancestros fue cierto: nuestro lago tuvo mejores tiempos, en los que la contaminación no era su rasgo característico.

En nuestras manos estará la responsabilidad de entregar a las futuras generaciones un mejor lago del que recibimos; aunque su belleza se sigue conservando intacta.

Con información del libro: Los Pueblos de la Ribera del Lago de Chapala y la Isla de Mezcala durante la Independencia (1812-1816), de Carmen Castañerda (2006).